¿Diaconado permanente?

El diaconado permanente

El Concilio Vaticano II restableció el diaconado permanente (LG 29) y lo definió como “un grado propio y permanente dentro de la jerarquía”. Puede conferirse a hombres casados que reciben el sacramento del orden en su tercer grado.

Los diáconos son fortalecidos por la imposición de manos que viene desde los Apóstoles y se unen más estrechamente al servicio del altar, cumpliendo su ministerio con la gracia del diaconado (AG 16).


Ministerio y funciones

El diácono está llamado a vivir la diakonía —el servicio— que caracteriza su vocación. Su misión es triple: servir la Palabra, la Liturgia y la Caridad.

Entre sus funciones se incluyen:

  • Administrar los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio.
  • Asistir al sacerdote en la Eucaristía, proclamar el Evangelio y distribuir la Comunión, tanto en el templo como a los enfermos.
  • Predicar, dar catequesis y presidir funerales.
  • Administrar parroquias y coordinar obras de caridad.

El diácono no sustituye al sacerdote ni al laico, sino que tiene una identidad y misión propias, dentro del único servicio al Pueblo de Dios.


Fundamento evangélico

El diaconado se apoya en el Nuevo Testamento y expresa el mandato de Cristo sobre el servicio:

“No he venido a que me sirvan, sino a servir” (cf. Lc 22,27).

Jesús se presenta como el primer diácono, el servidor por excelencia.

En los Hechos de los Apóstoles, los Doce eligen a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo, para servir a las mesas y ayudar a los necesitados (Hch 6,1-6). Entre ellos destacan Esteban, primer mártir, y Felipe, llamado “el evangelista” (Hch 21,8).


A lo largo de la historia

Desde los primeros siglos, el diaconado acompañó de cerca al obispo y tuvo gran importancia en la vida eclesial. El diácono San Lorenzo, patrono y ejemplo, fue administrador y limosnero de la Iglesia de Roma, modelo de entrega y fidelidad.

El Concilio Vaticano II recuperó el diaconado como ministerio estable, con identidad y misión propias, abriendo una nueva etapa en la vida de la Iglesia.


Hoy

El diaconado permanente sigue creciendo como respuesta del Espíritu Santo a las necesidades actuales de la Iglesia. En nuestra diócesis, tres hombres han recibido este ministerio: dos casados y uno célibe. Cada uno, desde su estado de vida, vive el lema del diácono:

“Servir como Cristo servidor”.