No solo rezar: buscar

No solo rezar, buscar

La vocación no nace de la nada

A veces parece que las vocaciones —al sacerdocio, al matrimonio o a la vida consagrada— surgen de la nada, como si Dios llamara en secreto sin que nadie más tuviera parte.
Pero no es así: Dios llama a través de rostros concretos, de comunidades vivas, de personas que se interesan de verdad.
Por eso, no basta con rezar por las vocaciones. Hay que buscarlas.


Rezar sí… pero con los ojos abiertos

Jesús lo dijo con claridad: “La mies es mucha y los obreros pocos; rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,37-38).
Esa oración no es pasiva ni teórica. Es una llamada a convertirnos nosotros mismos en colaboradores de Dios, en quienes ayudan a otros a descubrir su camino.

Rezar por las vocaciones significa mirar alrededor: a los jóvenes de tu parroquia, a tus amigos, a quien sirve con alegría, a quien escucha con paciencia, a quien vive la fe con coherencia.
Cuando veas a alguien así, no te calles. Quizá sea momento de plantear, con sencillez y confianza:

“¿Has pensado alguna vez que Dios podría llamarte a algo más?”

A veces una pregunta como esa, lanzada por un sacerdote, un catequista o un amigo creyente, puede despertar una vocación dormida.


Cada uno busca la santidad del otro

La vocación no es un asunto privado. Todos somos responsables de la santidad del otro.
Un laico que anima, una madre que reza, un sacerdote que propone, una comunidad que acompaña… todos participan en el nacimiento de nuevas vocaciones.

El mundo necesita buenos esposos, buenos sacerdotes, buenas consagradas. Y eso empieza cuando alguien se atreve a mirar con fe las cualidades del otro:

“Sería un padre entregado.”
“Podría ser una gran hermana.”
“Tiene alma de pastor.”

No se trata de etiquetar, sino de reconocer la acción de Dios en las personas y ayudarles a discernirla.


Apuntar, acompañar, orar

Mira con atención. Apunta en el corazón los nombres de quienes transmiten alegría, esperanza, servicio.
Acompáñalos con tu amistad, con tu oración, con tu ejemplo.
Y reza cada día:

“Señor, haz que cada uno descubra su camino, y que sepamos acompañarnos en el discernimiento.”


Una vocación que nace en comunidad

Ninguna vocación florece en solitario. Surge en una comunidad que ora, que escucha, que camina unida.
La sinodalidad —ese caminar juntos— no es solo un método pastoral: es el modo mismo en que Dios llama.
Cada vocación, cada historia, es fruto de un pueblo que acompaña, propone y sostiene.