¿Qué es el noviazgo?

¿Qué es el noviazgo cristiano?

El noviazgo es un tiempo para conocerse, tratarse y respetarse. No es una simple etapa previa al matrimonio, sino una oportunidad para aprender a amar de verdad. La Iglesia invita a vivirlo con profundidad y alegría, porque es el camino natural para discernir la vocación al amor conyugal y prepararse para una entrega total y fiel.


Conocerse: descubrir al otro para amarlo mejor

El noviazgo es un tiempo de conocimiento mutuo. En él, dos personas se descubren poco a poco: su carácter, sus sueños, su fe, su manera de afrontar la vida. Quien ha sido llamado por Dios al matrimonio necesita conocer bien a la persona con la que va a compartir su vida. A mayor conocimiento, menor riesgo de equivocarse.

Por eso, la Iglesia desea que antes del matrimonio haya un tiempo de noviazgo, para conocerse más y así amarse mejor. Este conocimiento no se reduce a datos externos, sino que implica descubrir el corazón del otro: su fe, sus valores, sus heridas y sus virtudes.

Amar no es dejarse llevar solo por el sentimiento. El amor verdadero integra sentimiento, inteligencia y voluntad. El sentimiento enciende, la inteligencia ilumina y la voluntad sostiene. El amor no se improvisa: se aprende, se cultiva y se decide cada día.


Tratarse: compartir la vida con sinceridad y fe

No se puede conocer sin trato, ni amar sin compartir. El trato entre los novios debe ser profundo y sincero, abarcando temas esenciales: la fe, la visión de la familia, los hijos, el trabajo, los valores… El noviazgo no puede basarse en apariencias o en emociones pasajeras, sino en la búsqueda de la verdad del otro.

Los novios cristianos se tratan con respeto y paciencia, sabiendo que ambos son frágiles y que el amor exige perdón y comprensión. No se trata de esperar a que el otro cambie, sino de aprender a amarle tal como es, y discernir si ambos caminan en la misma dirección.

El trato también implica reconocer si hay madurez afectiva. La inmadurez se muestra cuando uno vive guiado por sus estados de ánimo, no sabe esperar, necesita llamar la atención o teme comprometerse. Un noviazgo cristiano ayuda a crecer en dominio de sí, a dejar espacio al otro y a cultivar una relación libre y sincera.


Respetarse: amar con pureza y libertad

Respetarse es reconocer que el otro es un don, no una posesión. El respeto mutuo se expresa en la delicadeza, la templanza y la castidad. La castidad no es una negación del amor, sino su defensa más noble: protege el corazón y enseña a amar sin usar al otro.

El Papa Francisco recuerda que el noviazgo es “un tiempo de espera y de preparación, que se ha de vivir en la castidad de los gestos y de las palabras”. Esa espera fortalece el amor, lo hace libre, maduro y capaz de entrega total. No se puede construir un amor para siempre sobre la búsqueda del placer inmediato.

Respetarse es también cuidar la comunicación, evitar el chantaje emocional y no poner al otro en situaciones límite. El amor auténtico siempre busca el bien del amado, no la satisfacción propia. Así se aprende a amar como Cristo amó: con paciencia, con entrega y sin esperar nada a cambio.


Las tres fases del amor

Podemos decir que el amor humano tiene tres fases, que no se sustituyen, sino que se integran:

  1. Atracción: surge espontáneamente. Alguien te resulta atractivo; nace el interés y el deseo de conocer.

  2. Enamoramiento: los sentimientos están a flor de piel. Se disfruta de la presencia del otro y se sueña con un futuro juntos.

  3. Amor decidido: es la fase más madura. Amar ya no es solo sentir, sino querer amar: decidir hacerlo cada día, incluso cuando cuesta.

El sentimiento no se elige, pero el amor sí. Amar es una decisión que implica sacrificio, fidelidad y voluntad. Cuando se ama así, el sentimiento vuelve más fuerte y profundo, porque el amor gratuito —que se da sin esperar nada a cambio— genera alegría y plenitud.


Un camino hacia el amor verdadero

El noviazgo cristiano es un camino para aprender a amar como Cristo: con libertad, ternura y entrega. No se trata de buscar la perfección, sino de caminar juntos hacia ella, apoyados en la gracia de Dios.

Vivir un noviazgo así es preparar los cimientos de un matrimonio sólido. Como dice el Papa Francisco, “la convivencia es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante que tiene unas reglas que se resumen en tres palabras: ¿Puedo?, Gracias, Perdona.”
Tres palabras que también resumen un noviazgo santo: respeto, gratitud y reconciliación constante.