Colabora, el seminario es de todos.

Acompañar, rezar y sostener las vocaciones

Los seminaristas necesitan nuestra colaboración

La Iglesia, a lo largo de los siglos, nunca ha carecido de vocaciones al ministerio sacerdotal. Algunas épocas fueron más fructíferas y otras menos. Pero hoy surge la pregunta: ¿Es realmente necesario el sacerdocio ministerial? La respuesta es clara: ¡Sí!

Se necesitan sacerdotes para que el mensaje de Cristo y su presencia en los Sacramentos continúen conformando la historia de salvación en la humanidad y en el Pueblo de Dios de todas las épocas.

No podemos medir las vocaciones por la cantidad comparada con décadas pasadas. Las quejas no sirven de nada. Lo importante es mirar con los ojos de Cristo, salir a evangelizar y misionar incluso comunidades pequeñas. Quizá ha llegado la hora de reinstaurar las pequeñas comunidades, de ser fermento, aunque sea un fermento pequeño. Como nos recuerda Jesús:

“El Reino de los Cielos es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, hasta que fermentó todo” (Mt 13,33)

Cada cristiano, viviendo en el mundo sin desnaturalizarse, atrae con su ejemplo y su palabra a las personas para el Señor.

El ejemplo y el testimonio transforman vidas

Muchas veces los movimientos sociales y las tendencias culturales no facilitan una vida evangélica, pero eso no debe impedir mostrar que la vida cristiana es la mejor herencia que podemos ofrecer. El ejemplo y el testimonio hacen mella en quienes nos observan. Así lo vivió San Agustín:

Si isti et istae, cur non ego?” (Si estos y estas lo han hecho, ¿por qué yo no?)

Fue el testimonio de sus compañeros lo que lo hizo reflexionar, abandonar una vida disoluta y superficial, y abrazar con gozo la vida evangélica, llegando a ser sacerdote y, con el tiempo, Obispo.

Hoy ocurre lo mismo: el testimonio de vida atrae vocaciones. Por eso debemos animar a las familias, a los consagrados, a los sacerdotes y a todos los fieles del Pueblo de Dios a vivir con radicalidad el seguimiento de Jesús.

Muchos seminaristas nos cuentan su experiencia:

  • “Me encontré con un sacerdote que me fascinó con su vida y me planteé vivir como él.”

  • “En mi familia rezábamos juntos todos los días, y leyendo el Evangelio sentí la llamada a ser sacerdote.”

  • “Vi a religiosas atendiendo a los más necesitados y quise ser como ellas.”

  • “Un día sentí un vacío después de una fiesta, entré en una iglesia y experimenté una alegría profunda. Ahora soy religiosa de clausura.”

  • “La vida en comunidad despertó mi entrega al sacerdocio.”

Cuando se vive desde las fuentes del Amor de Dios, la llamada vocacional atrae como un imán.

Cómo podemos colaborar

La vocación nace cuando se escucha a Dios en el silencio interior y en la oración diaria. Por eso, el primer paso es

rezar por los seminaristas, nombrando incluso a personas concretas: un joven de tu familia, un amigo, un compañero de parroquia… Haz que tu oración sea personal y persistente.

Luego, invita a los jóvenes a atreverse a plantearse su vocación. Muéstrales la belleza de seguir a Cristo, comparte historias de generosidad y entrega, y acompáñalos con ejemplo y oración.

Pero la colaboración no termina en la oración. También podemos apoyar económicamente su formación.

Hoy es fácil y seguro hacerlo mediante

  • Bizum al 04698

  • Mediante transferencia a la cuenta: ES00 0000 0000 0000 0000 00 (reemplaza este número por el real).

Cada aporte, grande o pequeño, ayuda a formar a los futuros sacerdotes, garantizar su bienestar y sostener su misión de servicio a todos nosotros. Con tu oración y tu colaboración, ayudamos a que la semilla de la vocación crezca y dé fruto abundante. ¡Dios nos premiará por cada esfuerzo y cada gesto generoso!