- ¿Qué hace un sacerdote?
El propósito de un sacerdote es llevar a las personas a Jesús y a Jesús a las personas. Lo hace principalmente predicando la Palabra y ofreciendo el Sacrificio de la Misa.
Su vida diaria consiste en administrar los sacramentos —Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia y Reconciliación, Unción de los Enfermos y Matrimonio (el Orden Sagrado lo administra el obispo)— y en atender las necesidades espirituales y humanas de su comunidad.
- ¿Qué es exactamente una “vocación”?
Una vocación es un llamado de Dios para hacer algo específico por Él y por su Reino. La vocación principal de toda persona es ser santa: amar y servir a Dios, obedecer sus mandamientos y cooperar con Cristo en la obra de la redención amando y sirviendo a los demás.
Pero todos somos llamados también a una vocación secundaria, un “estado de vida” en el que debemos ser santos.
- ¿Cuáles son esas “vocaciones secundarias” a las que puedo ser llamado?
Muchas personas son llamadas al matrimonio, pero es un error asumir automáticamente que esa es tu vocación. También puedes ser llamado al sacerdocio, a la vida religiosa como hermano o hermana, o al diaconado.
Finalmente, algunos siguen a Cristo en el estado de vida célibe. Recuerda: es normal desear el matrimonio y la familia. Ese deseo no excluye que puedas tener vocación sacerdotal.
- ¿Cómo puedo saber a qué me llama Dios?
Debes orar todos los días pidiendo a Dios que te revele su plan. No te preguntes: “¿Qué quiero hacer cuando sea mayor?”, sino: “Jesús, ¿qué quieres Tú que yo haga?”. ¡Y escucha la respuesta!
El lugar principal donde Dios habla es el corazón. Escucha con el corazón. Además, el discernimiento de la vocación sacerdotal se hace siempre con la Iglesia. El obispo local, asistido por la oficina vocacional y el seminario, es quien finalmente confirma la llamada.
- ¿Puedo ser feliz si no sigo el plan que Dios tiene para mí?
Si no sigues la vocación para la que fuiste creado, puedes alcanzar cierta felicidad en esta vida y aun así salvarte, pero nunca serás tan plenamente feliz como si siguieras tu verdadera vocación.
Por eso es tan importante discernir correctamente. Claro que en toda vocación hay pruebas y dificultades, pero también gran alegría al entregar la vida por Jesús.
- ¿Son felices la mayoría de los sacerdotes en su vocación?
¡La mayoría de los sacerdotes son muy felices! La vida sacerdotal es profundamente gratificante, tanto en esta vida como en la eterna.
Los medios de comunicación a veces dan una imagen distorsionada de los sacerdotes, presentándolos como frustrados o infelices, o reduciéndolos a los escándalos de unos pocos. Eso simplemente no es verdad.
- ¿Por qué los sacerdotes no pueden casarse? ¿No es eso muy difícil?
Los sacerdotes del Rito Romano no se casan para dedicarse por completo a Jesús y a su pueblo. Engendran “hijos espirituales” al llevar muchas almas a Cristo y ayudarlas a crecer en santidad.
El celibato es un signo poderoso para el mundo de que solo Jesús puede darnos la felicidad que todos anhelamos. Renunciar al matrimonio y a la familia muestra que Cristo es real y digno de entregar la vida por Él.
Toda vocación exige sacrificios, pero hay gran alegría en sacrificarse por amor. Como dijo un sacerdote: “Es verdad que nadie me llamará ‘papá’, pero miles me llaman ‘padre’”.
- ¿Alguna vez se permitirá que los sacerdotes se casen?
El celibato siempre existirá en la Iglesia porque no es solo una ley, sino un carisma, un don espiritual y una fuente de fecundidad. Jesús fue célibe. San Pablo también.
El celibato ayuda al sacerdote a unirse más íntimamente con Cristo y a ser signo del Reino de Dios. Aunque existen algunos sacerdotes casados en la Iglesia católica, son casos excepcionales.
Si alguna vez el Espíritu Santo quisiera un cambio, lo realizaría a través del Papa y los obispos. Pero sería un grave error ir al seminario “esperando” que eso ocurra.
- ¿Habría más sacerdotes si pudieran casarse?
Tal vez, pero la cuestión es si eso sería lo mejor para la Iglesia. El celibato por el Reino es un testimonio poderoso de que Jesús es real y digno de toda entrega.
Además, las vocaciones sacerdotales han crecido enormemente en las últimas décadas en África, Asia y América Latina, mientras que han disminuido en Europa y Estados Unidos. El problema no es el celibato, sino factores culturales y sociales más profundos.
- ¿Estaré solo si me hago sacerdote?
La soledad forma parte de toda vocación, pero los sacerdotes rara vez están solos: acompañan a las personas en los momentos más importantes de su vida —nacimiento, sacramentos, matrimonio, muerte— y viven rodeados de su comunidad.
Cuando llega la soledad, Jesús llena ese vacío, como lo hace en toda vocación.
- ¿Los sacerdotes reciben salario?
Sí, aunque llevan una vida sencilla. Reciben lo necesario para cubrir sus gastos, mantener un vehículo, descansar y realizar actividades normales. Además, la parroquia provee su alojamiento y comida, por lo que sus gastos son mínimos.
- ¿Pueden divertirse los sacerdotes?
Por supuesto. Los sacerdotes pueden practicar deportes, ver películas, leer, viajar, ir al teatro, pescar, jugar al fútbol o al golf, siempre que sea coherente con la vida cristiana.
- Si me atrae el sacerdocio, ¿significa que tengo vocación?
Posiblemente, pero no necesariamente. Es importante orar, ir a Misa, vivir cristianamente y hablar con un sacerdote o el director vocacional. Ellos pueden ayudarte a discernir con claridad.
- No soy muy “santo”. ¿Aun así puedo ser sacerdote?
Sí. La santidad es un camino de toda la vida. Dios forma a sus sacerdotes poco a poco. Usa el sacramento de la Confesión, reza a diario y verás cómo Cristo te transforma.
- ¿Es fácil llegar a ser sacerdote?
No. Se requiere una formación seria: cuatro años de universidad (incluyendo filosofía) y otros cuatro en el seminario para obtener la maestría en teología. Pero no te desanimes: el seminario es una experiencia maravillosa y Dios da la gracia necesaria.
- ¿Es necesaria tanta educación?
Sí. El sacerdote debe estar bien formado en humanidades, teología y vida espiritual para servir con sabiduría y ser respetado por los fieles. Cada alma es preciosa y merece un pastor preparado.
- ¿Qué cualidades busca la Iglesia en un candidato?
Debe ser un católico practicante, que rece cada día, viva los mandamientos, sirva a los demás, goce de buena salud física, mental y emocional, y tenga inteligencia promedio o superior. Sobre todo, debe estar abierto a la voluntad de Dios.
- Si entro al seminario “para probar”, ¿ya me comprometo de por vida?
No. El seminario es precisamente el lugar para discernir. Muchos hombres entran, prueban un tiempo y después deciden otro camino. Y aun así, salen fortalecidos en su fe.
- ¿Es interesante la vida del sacerdote?
¡Mucho! Cada día es distinto. Hay desafíos, pero también una alegría profunda. Al final del día, el sacerdote puede decir: “Señor, hoy me he entregado por Ti”. No hay forma más plena de vivir.
¿Responderás si Jesús te llama?