¿Cómo saber si Dios me llama? — Vencer el miedo
Quizá alguna vez haya pasado por tu mente la idea del sacerdocio, pero el miedo la aleja:
- Miedo al compromiso
- Miedo al celibato
- Miedo a no ser digno
Estos temores son muy comunes, incluso entre los que ya están en el seminario. Pero literalmente miles de hombres han tenido las mismas dudas y, aun así, llegaron a ser sacerdotes santos y entregados.
La primera verdad que debes recordar es que Dios no habla a través del miedo. El miedo es un arma del Enemigo para apartarte de la voluntad de Dios; es como la mordida de un animal que paraliza a su presa para que no pueda moverse.
Un hombre dominado por el miedo tendrá dificultad para avanzar hacia la voluntad de Dios.
Entonces, ¿cómo superar el miedo? Aquí tienes cinco ideas:
1) Convierte tus miedos en preocupaciones.
Puedes tener preocupaciones legítimas sobre el celibato o la predicación, pero eso no es lo mismo que tener miedo. En lugar de dejarte dominar por el temor, mira las exigencias del sacerdocio con objetividad. Es verdad que el sacerdote necesita dominio propio, madurez afectiva y capacidad de hablar en público. Estas y otras áreas requieren un examen personal serio.
Sí, descubrirás cosas que debes mejorar, pero haz tu discernimiento con la mente serena, no con el corazón asustado.
“El amor perfecto expulsa el temor” (1 Jn 4,18).
Recuerda que cuando Jesús llamó a Pedro (Lc 5,1-11), el primer Papa le dijo:
“Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”
Y Jesús le aseguró que no debía tener miedo de seguirlo. Del mismo modo, Jesús conoce tus debilidades y dificultades. Si confías en Él y “echas las redes mar adentro”, todo saldrá bien.
2) Reflexiona sobre el amor de Dios.
El P. Brett Brannen, en su libro Salvar mil almas, recomienda esta meditación cuando un hombre siente miedo:
“Dios es infinito en poder y me ama infinitamente. Nadie puede arrebatarme de su mano. Dios nunca me enviará donde su gracia no pueda sostenerme. Si me pide algo difícil, como ser sacerdote, me dará la gracia para hacerlo. No fracasaré, porque Él está conmigo. Seré feliz porque hago su voluntad. Aunque no tenga todas las cualidades necesarias, Dios me ayudará a desarrollarlas. En su voluntad está mi paz.”
3) Confía tus miedos a la Virgen María.
Recuerda que, después de que el ángel le dijo “no temas”, María aceptó con prontitud la voluntad de Dios:
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”
Entrégale tus temores a su intercesión: ella calmará tu corazón y te ayudará a descubrir la voluntad de su Hijo.
4) Recuerda para qué es el seminario.
Desde un punto de vista práctico, es consolador saber que, si Dios te llama al sacerdocio, la ordenación todavía está lejos. El seminario es un tiempo de formación intensa para afrontar las dudas, crecer en santidad y prepararse para un ministerio fecundo. Ningún hombre entra al seminario estando ya listo para ser sacerdote.
5) Busca consuelo en la Palabra de Dios.
Si tienes miedo al sacerdocio, no estás solo. Los profetas y apóstoles también sintieron temor cuando fueron llamados. Lee las siguientes citas bíblicas para ver cómo Dios los animó:
- No soy lo bastante santo: Is 6,1-9; Lc 5,1-11
- Temo fracasar: Ex 14,10-31; Lc 15
- He pecado: Jn 21,15-23; Mt 9,9-13; Lc 7,36-50
- Soy demasiado joven: 1 Sam 3,1-18; 1 Sam 16,1-13; Jer 1,4-10; Lc 1,26-38
- No tengo talento suficiente: 1 Sam 17,32-51; Lc 1,26-38
- Quiero tener una familia: Gn 12,1-3; Mt 12,46-50; Mc 10,28-30
- Quiero “una buena vida”: Mc 10,17-31; 1 Cor 2,9; Mt 13,44-46; Jn 10,10; Mt 16,24-27
- Me da miedo comprometerme para siempre: Rut 1,15-17; Mt 28,16-20; 1 Cor 12,5-10
- Me asusta hablar en público: Ex 4,10-17; Jer 1,4-10
- No soy lo bastante inteligente: 2 Cor 4,7-18; Ex 4,10-17
- Temo estar solo: Ex 3,4-22; Lc 1,28-38; Mt 28,20
- Quiero ser feliz: Sal 37,4; Mt 5,1-12; Jn 10,10; Mc 10,28-31; 1 Cor 2,9
- Estoy lleno de miedo: 1 Jn 4,18 “En el amor no hay temor; el amor perfecto expulsa el temor.”
Como recordaba con frecuencia san Juan Pablo II: ¡No tengáis miedo! No dejes que el miedo te paralice. Habla con un sacerdote en quien confíes sobre tus inquietudes.
Permanece fiel a la oración diaria, confía en Dios y tu corazón estará en paz, sea cual sea tu vocación.